Las sutiles conexiones entre la vida y la muerte


 

El 20 de mayo de este año falleció mi hermano menor, aunque todavía (y quizás nunca) me guste la palabra fallecer, ni morir. Porque morir, por mucho que intente resignificar la palabra, me representa un dejar de ser, dejar de estar, desaparecer. Pero desde que él se fue, todo mi concepto anterior sobre la vida y la muerte cambió por completo: lo que antes entendía como desaparición, hoy lo veo como transformación. Y entonces sí, su cuerpo físico falleció, pero no él... él se transformó (así como una oruga se transforma en mariposa), dejó esa parte de sí que le había permitido manifestarse en este mundo material, y cambió de lugar, viajó, se fue a otro plano en el que no necesita esa densidad para seguir viviendo. 

No encuentro otro modo de comprender que siga existiendo la comunicación entre él y nosotros. A veces esa comunicación es muy sutil: 

💕una canción que empieza a sonar de la nada en la cabeza, y deja un mensaje preciso y necesario; 

💕una pregunta lanzada al cielo que recibe una respuesta  en forma de un pálpito tan contundente que es imposible negar; 

💕un abrazo en sueños; 

💕un recuerdo gracioso que llega en el momento justo para aliviar la angustia. 

Pero otras veces hay más... todavía más. Ayer fue una de esas veces. 

Era domingo, y fuimos con mis hijos a almorzar en casa de mi mamá. Cargando bolsas, juguetes de los chicos, las empanadas y la gata (cuando pasarmos varias horas afuera, más que una visita parece una mudanza), metí la llave en la cerradura y la saqué antes de que terminara de dar las dos vueltas, y no pudimos abrir la puerta. 

Mientras mi mamá, que estaba con mi hija mayor, intentaba resolver del lado de adentro con su llave, yo intentaba resolver desde afuera, con la mía. En ese momento llegó mi hermana, que también probó con la suya, pero no hubo caso. Mi hermana pensó "Era Leandro el que sabía solucionar estas cosas". 

Empezamos a pensar que la única solución era cortar una de las aletas de la llave, para completar la vuelta y así poder abrir la puerta. Así que buscamos, entre los vecinos, alguien que tuviera una amoladora o una sierra, pero no tuvimos suerte. Entonces tomamos los celulares, y buscamos en la agenda alguien que nos pueda dar una mano. Conseguimos alguien que nos podía ayudar, cargamos todo en el auto y fuimos hacia ahí. 

A mitad del camino llamó mi mamá: nos dijo que volvamos, había podido abrir la puerta... mi hermano le había abierto la puerta. 

En medio de la ansiedad y de no saber qué hacer, ella le había pedido, casi como una súplica y para sus adentros "hijo, abrime la puerta", y fue en ese momento que vio sobre el escritorio el manojo de llaves de mi hermano. Volvió a la entrada, metió la llave en la cerradura y la puerta simplemente se abrió. Después de haber probado durante más de media hora con tres llaves diferentes, ella simplemente introdujo esa llave y la puerta se abrió. 

Son estas y tantas otras cosas las que me convencen cada día más de que la muerte no existe. Simplemente cambiamos de plano, nos vamos a un espacio-tiempo diferente en el que la energía es tan sutil que no necesita un cuerpo físico, pero seguimos estando. Y cuando el amor y la Fe son grandes, podemos seguir conectados.

Gracias por leerme 💕 

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