La vuelta a casa, Annie Ernaux y un buen vendedor

Querido Quien Seas: 
                                      la semana pasada volvía a casa, luego de hacer unos trámites, cuando en el camino me tocó pasar por Cúspide. Y solo Dios sabe lo mucho que me cuesta pasar por una librería y no entrar. Con mucha fuerza de voluntad atravesé la vereda y, cuando mis pies ya habían cruzado la línea limítrofe con la siguiente propiedad, mis ojos, que no se habían despegado de la vidriera, me hicieron volver. 

¿El motivo? ninguno en particular. O, más bien, el mismo de siempre. Mis pies podrán seguir caminando, pero mis ojos se quedan clavado en la cantidad de libros expuestos. Así que, sin una razón, más que mi compulsión característica por mirar libros, volví sobre mis pasos, pero prometiéndome que solo miraría la vidriera 👀. 

Pocos minutos habían pasado cuando una fuerza superior me hizo entrar. ¿El motivo? ninguno en particular, ya que en realidad no había visto nada que realmente me interesara, además de una gran librería que se puede recorrer en total libertad (¿alguien puede resistirse a eso?), y mi compulsión característica por mirar... y tocar... y oler libros 😍. 

En fin, entré prometiéndome a mí misma que solo iba a mirar, y eso hice... por unos cuantos minutos. Nadie se acercaba, y era yo sola, libre y exaltada nadando entre miles de libros. De un segundo a otro, y sin siquiera haberme dado cuenta, me encontré a mí misma con el celular en la mano frente a la vendedora, preguntándole por una decena de títulos, cuyas fotos tengo capturadas en la galería. 

Cerrando los ojos elegí tres y caminé, entre feliz y culposa, por el medio de las mesas hacia la caja, para pagar mi compra. Pero, otra vez, mis pies iban hacia la caja, mientras que mis ojos se iban arrastrando, mucho más lentamente, sobre los títulos de los libros expuestos en las mesas. 

Y justo, justo cuando ya estaba a punto de emprender la retirada, mis ojos extraviados encontraron un título de Annie Ernaux. Mi boca cobró vida propia y lanzó al aire la pregunta "¿Esa es la Premio Nobel del año pasado?", sin siquiera haberse fijado si había alguien cerca para contestar. 

El oído biónico de un vendedor atento lo trajo a mi lado como un cazador que había identificado a su víctima, y casi susurrando me dijo "si... y tenemos dos títulos más". Yo empecé a pensar "no, no, no.... bueno sí"; y entonces percibí (como se percibe la inminencia de un accidente que no se puede evitar), cómo el vendedor se desplazaba, sin ninguna pereza, hasta la otra punta de la librería, arrastraba una escalera gigante para bajar los otros dos libros de Annie Ernaux, los ponía en mis manos y desaparecía de mi vista. 

Así me quedé yo, al lado de la caja registradora, con una pila de tres libros que ya había elegido, y otros tres de Annie Ernaux, sin saber qué hacer. Realmente me los hubiera llevado todos, pero... bueno, creo que no hay que aclarar nada sobre lo difícil que está la economía. Así que tuve que hacer de tripas corazón, y terminé dejando uno (peor es nada). 

En fin, aquí tengo mis tres libros. Empecé a leer "Los años", y la verdad me está resultando fantástico. Pero eso te lo cuento otro día 😄

Gracias por leerme 💖. 


 

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