Cualquiera puede escribir

 Querido Quien Seas: 

                                  hoy me desperté pensando en esa frase que usaba hace unos años, cuando dictaba el taller de Bioescritura: cualquiera puede escribir. 

El taller de Bioescritura consistía en una combinación de escritura creativa con herramientas de Coaching Ontológico y Programación Neurolingüística; y buscaba fundamentalmente brindar recursos a las personas para nombrar y darle una narrativa a su propia existencia. 

Muchos de quienes asistían al taller, no habían escrito texto literario en toda su vida, y sin embargo podían, a partir de las clases, descubrir maneras de expresar y poner afuera asuntos que habían guardado en su interior, a veces incluso sin saberlo. En ese sentido, escribir resultaba catártico y sanador. Esa primera escritura, que convierte los resentimientos, las culpas y las vergüenzas acumuladas en lágrimas, palabras e historias resulta un proceso sin dudas muy revelador y satisfactorio para cualquiera. 

Entre los asistentes, había también quiénes se dedicaban a escribir, personas que habían ganado algunos concursos, incluso habían sido publicados en antologías o libros completos. Recuerdo particularmente a una de mis talleristas: era profesora de lengua y literatura, y llevaba ya un largo camino en la escritura. Me sorprendió ver cómo era capaz de usar las consignas para elevar sus textos a otro nivel, sobre todo cuando yo habría podido pensar que no tenía nada que darle. 

Pero es que, incluso quienes escribimos (y quiero decir, quienes lo hacemos por hobbie o incluso quienes lo hacen a un nivel profesional), sabemos que escribir es un proceso íntimo, solitario, desafiante y a veces doloroso. De algún modo y vaya uno a saber por qué motivo, existimos esta especie de raza que lo vive como una necesidad: escribimos para vivir, y no concebimos la vida de otro modo. Pero eso no hace que entrar a hurgar los huecos más hondos de nuestra experiencia humana, se vuelva menos intensa, difícil y, a veces, incluso dolorosa. 

Escribir, digo, escribir "de verdad", es un compromiso de franqueza y autenticidad, de sinceridad con nosotros mismos. Aun cuando podamos ficcionar los hechos, las emociones no pueden fingirse, ni inventarse, ni tomarse prestadas. 

Y en ese sentido, creo que la posibilidad de entrar al túnel oscuro de las emociones acompañado y guiado, permitía a mis "escribientes" ir hasta el fondo y sacar de allí su material, para luego hacer con eso una obra de arte (sea que el arte termine sobre un papel o sobre su propia historia de vida). 

También hubo quien se enojó con mi lema de que cualquiera podía escribir, me cuestionó y me llegó a llamar "fraudulenta". Me dijo que lo que yo estaba haciendo era engañar a las personas, porque por mucho que uno quisiera, no iba a poder escribir si no tenía el talento necesario para ello. 

Se trataba de un coordinador de un taller de escritura tradicional, alguien que a su vez había sido guía en mis propios procesos de aprendizaje y búsqueda (y, si debo ser sincera, un muy buen guía). Sin embargo algo en mis palabras había molestado a su ego. Si cualquiera podía escribir, entonces ser escritor dejaba de ser algo especial y digno de admiración. Si cualquiera podía escribir, entonces quizás lo que él hacía perdía importancia. 

En aquél momento me resentí. Primero porque me sentí cuestionada por alguien que había sido mi guía y a quien admiraba y respetaba. Pero también porque puso en jaque mis creencias y aquéllo que yo defendía. No pasó poco tiempo en el que todo lo que había vivido con la Bioescritura se mezcló en mi cabeza con aquéllas palabras, generándome dudas e incertidumbre. ¿Estaba siendo yo un fraude? ¿Estaba engañando a la gente? 

Pero pasaron años, la vida me fue marcando mi propio rumbo, el caos se fue ordenando, y entonces volví a caer aquí, firme en mi creencia de que cualquiera puede escribir. Y es que no digo que cualquiera pueda ser "escritor", o que cualquiera pueda publicar (dice Neus Arqués, en su libro "Marketing para escritores", que la diferencia entre un escritor y un autor es haber ingresado al mercado editorial por haber sido libro publicado). 

Lo que digo, y sigo sosteniendo hoy, siete años después de que se haya sembrado en mí esa duda, es que cualquiera puede escribir. Porque de hecho todos, absolutamente todos estamos escribiendo constantemente la historia de nuestra propia vida. Quizás no lo hacemos con palabras tecleadas o dibujadas sobre un papel, pero sin dudas nuestra existencia entera está montada sobre las narrativas que nos constituyen. 

Esas narrativas que heredamos de nuestros padres, abuelos y quién sabe de cuántos ancestros más ubicados arriba y atrás en nuestra línea genealógica. Las narrativas con las que justificamos y damos forma a lo que sentimos, pensamos y hacemos. Las que nos dicen quiénes somos, y por qué somos de este y no de otro modo. 

Esas narrativas, muchas veces invisibles e inconscientes, se vuelven patentes en un proceso de escritura, que nos pone frente a nosotros mismos y a nuestras creencias arraigadas. Y poder verlas, nombrarlas, escribirlas, nos da la posibilidad, en el más simple de los casos, de cambiar lo que no nos gusta de nuestra historia. Y, en caso de que nuestro anhelo sea el de seguir por el camino de construirnos como escritores y, por qué no, como autores, encontrar la materia prima con la cual crear nuestras obras literarias


Gracias por leerme, 

Mónica



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